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Volviéndose rubia (ficción)

English: Cerros de Incahuasi mountains with th...

English: Cerros de Incahuasi mountains with the Salar de Talar salt flat in the foreground near San Pedro de Atacama, 4010 meters, Chile. Français : Salar de Talar près de San Pedro de Atacama, 4010 mètres, Chili. Italiano: Salar de Talar nei pressi di San Pedro de Atacama, 4010 metri, Cile. (Photo credit: Wikipedia)

“Mi madre se volvió rubia en una casa cuadrada, en 1965, en una ciudad del desierto envuelta en vientos y arenas amarillas.

“El desierto en Chile es parte de una extensión mayor de tierra, Atacama, que una vez perteneció a Perú y a Bolivia, o a los Incas y los Aymarás que habitaron el desierto mucho antes que hubiera Bolivia, Chile, o Perú. Cuando yo viví allí el desierto siempre me parecía limpio; el aire, el agua, aun la tierra, porque el desierto parecía mantenerse intacto, y cuando se le tocaba el aire parecía lavar todas las impurezas, las memorias de cientos de años pasados, y preservar prolijamente las facciones de la existencia permitiendo que se tornaran legibles, inevitables, y luego enterrándolas en la sal. La totalidad de la sangre que fue derramada en una guerra u otra se fundiría en sus arenas hasta que, años y años desde aquel día, quedarían borrosas con las rotaciones del planeta, y sólo se podría observar las vueltas de un globo de tierra café y de mares azules, girando, para siempre en el universo.

“Sin embargo el aliento del desierto a menudo acarrea enfermedades culturales infecciosas. Los vientos del desierto me llenaban por dentro hasta sentir dolor en la garganta. Viento. Vientos enfermizos. Microbios en una tormenta de arena soplando hasta que se oye la música de las quenas andinas. Nostalgia. Música de vientos nocturnos soplando entre Calama y Chuquicamata, y en el espacio, el globo girando en silencio absoluto.

Atacama Desert

“En mis recuerdos de infancia sólo reconozco las fotos de las minas de cobre. Las excavaciones son anfiteatros de proporciones colosales donde un tractor amarillo excava la falda de las terrazas con un brazo mecánico diminuto. Al retroceder reconocemos nuestra complicidad en este insulto a la tierra, una excoriación que comenzó hace tanto tiempo que el desierto ya no la puede absorber ni se puede borrar del globo distante que gira, azul y cobre.

“La niñez. Los once, los doce años. Mi madre reserva una palabra especial para la gente sin casa, la gente que viaja de ciudad en ciudad buscando techo. Se llaman allegados. Nosotros somos poco más que allegados, somos emigrantes capitalinos que se han escapado de la cesantía y las decepciones urbanas y se han refugiado en el norte, el Norte Grande donde las minas proveen un vivir tan escalonado como las gigantescas terrazas de minerales: poco a poco, el dinero de los extranjeros llega hasta el fondo.

“En nuestro oasis de Calama cosechamos maíz y calabazas, alfalfa, girasoles, flores que mi madre planta para mejorar la tierra gredosa del desierto. En el pequeño patio hay conejos, una chinchilla plateada, dos loros verdes y un pajarito negro. En la cocina de baldosas rojas mi madre revela las fotos en blanco y negro que ha tomado de las minas. Mi padre ha comenzado a pintar un mural inmenso para instalarlo en el atrio de la cárcel, donde el alcalde y el gobernador llegarán a inaugurar el edificio. Los cuadros comienzan con pequeñas partes de las minas, vistas de cerca y después de lejos, de perspectivas impresionantes que yo quiero ver, más nunca he de llegar a ellas.

Calama en un atardecer

Calama en un atardecer (Photo credit: Wikipedia)

“Tierra de mi tierra. En 1965 las minas pertenecen a extranjeros benévolos. Los tractores en miniatura pertenecen a extranjeros. Y cuando el cobre emerge de la tierra en camiones por toneladas, el sudor de los mineros pertenece al desierto, y el cobre pertenece a extranjeros. Nunca las llegué a ver, las minas, es cierto, pero me las imagino. Aquellas montañas escalonadas conservaban hechos secretos. Enterrados por insectos mecánicos en el desierto. Enfermedades en el viento. Plagas en los vientos que van de mano en mano, de pulmón en pulmón. El lugar es una misión secreta, una muerte secreta que ha comenzado sistemáticamente, cientos de años  atrás.

“La empresa tiene un nombre extraño, es Anaconda, el nombre de la serpiente más grande de la selva del Amazonas. ¿Qué hace en medio del lugar más árido del mundo, el desierto de Atacama? La empresa es una entidad tan extensa que ha construido un espejismo en el desierto para reflejarse: una ciudad prefabricada de bloques de cemento, una tienda gigante que se llama pulpería (que me hace pensar de nuevo en la serpiente), calles rectas, buses de juguete y paraderos donde los hombres de juguete han de abordar para ir a las minas.

“Y en uno de los mismos mini-buses viajamos un día mi hermana y yo con mi madre, para una cita con la peluquera a teñirse el pelo, un corte y un peinado, rumbo a la  pequeña casa con reja de metal alrededor de un jardín en el desierto, un jardín de piedras, cactos, y portulacas. Cubos perfectos, con las rejas de metal que dividen las casas en parcelas en el desierto con jardines de arena. Dentro de la casa, recuerdo muebles atiborrados pero lujosos, demasiado grandes para un cuadrado tan pequeño.

Las niñas comprenden que se trata de una visita donde hay un precio que pagar por las mermeladas y galletas extranjeras que se ofrecen con el té de la tarde.

Las señoras proveedoras de productos secretos que se le venderán a mi madre de segunda o tercera mano, han comprado las novedades que llegan de tierras extranjeras a la pulpería gigante del desierto. Allí tendrán derecho a comprarlas solamente las esposas de los ingenieros y los mineros, para venderse de nuevo a las esposas que no son esposas de ingenieros, pero que quieren otorgarles los productos extranjeros a sus hijos.

English: Panorama of Chuquicamata copper mine,...

“El viento silba a través de las rejas de metal que rodean los patios grises de las casas prefabricadas donde se venden aquellos productos dotados de magia, y que bien valen el precio. Son una vacuna contra las infancias domésticas. Contra enfermedades domésticas, cuya causa era la reacción auto inmune a las infancias extranjeras. Acarreadas por los vientos que aúllan por el desierto. Alrededor de los árboles en el oasis. Alrededor de las minas gigantes de Chuquicamata. Alrededor de los postes con faroles desnudos que se encienden de noche. Alrededor de los postes clavados en calles pavimentadas con pavimento extranjero hecho con materiales domésticos.

“Nunca fue placentero ir allí. Nunca placentero participar en el negocio de comprar provisiones que ya habían sido compradas. Ni absorber la deferencia materna mientras compraba con dinero doméstico las provisiones extranjeras para vacunarnos, la vacunación de cuerpos infantiles domésticos cosechados en tierra doméstica.

“Así fue que en las manos de la peluquera, el cabello de mi madre se convirtió paulatinamente en cobrizo y después en pelo rubio en una casa cuadrada. Estuvimos comiendo galletas de mantequilla de una lata roja estampada con palabras extranjeras, y esparcimos mermelada extranjera sobre las galletas con cuchillos domésticos, mi hermana y yo. Bebimos té doméstico con leche de vacas con hormonas extranjeras (que no se habían calculado en el precio de nuestra vacuna, sin embargo han salido a la superficie como beneficio colateral muchos años después) pero la sensación del celofán extranjero que envolvía las galletas sí que cuenta. El efecto inmediato de lo extranjero en cuerpos domésticos es que los dedos domésticos aprenden a apreciar el celofán extranjero. Así como los ojos domésticos aprenden a apreciar colores extranjeros, y eventualmente, rechazan los colores domésticos.

Acercamiento a la zona del Desierto de Atacama...

Acercamiento a la zona del Desierto de Atacama del Plano General del Reyno de Chile en la América Meridional (Photo credit: Wikipedia)

“Primero, el cabello de mi madre se volvió color cobre mientras tomamos té con leche, y después amarillo mientras desenvolvimos chocolates con dedos ya expertos. Y la actitud deferente que ella había adoptado en los días de su propio aprendizaje parecía haberse esfumado, habérsele levantado del rostro a medida que su transformación se completaba ante nuestros ojos. Se volvió rubia. Se liberó de su pelo doméstico. Pelo doméstico castaño. De súbito nos merecemos todas las galletas y mermeladas y perfumes y la leche homogenizada. Nadie se ha dado cuenta de nada pero las otras compradoras se miran, se arreglan el pelo distraídamente al salir de la casa cuadrada. En el pavimento gris de la calle, la luz limpia del desierto anuncia la tarde. Sin decir palabra, nos dirigimos hacia el parador doméstico de buses donde el bus extranjero fabricado en factoría doméstica, nos espera para llevarnos a través del desierto a Calama, nuestra ciudad de ojos café. Al llegar a casa, no sentimos ya ninguna sensitividad al desierto ni a los vientos ni a sus enfermedades.”

Nota: The English version of this short story was published first.

Romo-Carmona, Mariana. “Becoming Blonde.” Peregrine, Volume XXIII. Amherst: Amherst Writers & Artists Press, Inc., 2005. 66-69

Atacama

One thought on “Volviéndose rubia (ficción)

  1. Hermoso, sensible, novedoso, íntimo, el relato de Mariana de su experiencia infantil el aquel desierto que “parecía mantenerse intacto”, y que hoy en día está tan cambiado/intervenido.

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